Un maestro, nada más
Suelo parar a reflexionar tras acontecimientos de carácter traumático en mi vida tanto personal como profesional. Ahora que cometo errores en ambas vidas, me detengo, pongo los brazos en jarra, oteo el horizonte, inspiro profundamente y, en un afán de reestablacer el orden del cosmos, de mi cosmos, pienso en todas variables que puedo modificar.
Me he dado cuenta de que, en ocasiones, realmente en todas las ocasiones, un atardecer es simplemente eso; la Tierra girando y obligando al Sol a esconderse tras el horizonte dando por finalizado el día. Sin más, sólo es eso, un atardecer sencillo, un acontecimiento cotidiano, y en demasiadas ocasiones me he centrado en darle una pátina poética que me hace vivir en una fantasía personal de la que es necesario despertar.
Mis conocimientos son los que son y todo lo que sé de más, me lo ha regalado la valentía y cobardía de mis acciones, las inquietudes y preocupaciones que, más allá de atormentarme, me han empujado a intentar ser mejor persona y por consiguiente, mejor maestro.
No soy un maestro bueno,... ni malo.
¡Qué grande me viene la palabra maestro!
No soy experto en nada. No sé mucho de educación. A pesar de ser estática a los ojos del mundo, es demasiado cambiante porque está integrada por personas, de todo tipo, con sus fortalezas y sus debilidades, diferentes, divertidas, pesimistas, inteligentes, perezosas, con intereses, sin intereses quizá, cada una con su función, con su papel en la vida, en la escuela, madres, tíos, maestras, alumnos, abuelas,... Cada día es una nueva aventura con un nuevo manual por escribir para tirarlo a la basura al día siguiente.
He parado, sí. He analizado mis fortalezas. Están presentes en mi esencia. Soy persona antes que maestro. Soy un payaso en la vida... y en la escuela. Soy apasionado en la escuela... y en la vida. Soy vida y escuela.
Soy un afortunado por levantarme cada día y, de la manera más simple, contagiar mi pasión por esto que llaman EDUCACIÓN, por las personas. Soy un afortunado por desconocer todo y aprender de mí, de mis actitudes, de mis fortalezas y por qué no, de mis debilidades, que al fin y al cabo son las que me empujan a huir hacia adelante dejándome claro quien soy.
Sólo soy un maestro inconsciente, valiente y cobarde, adicto al riesgo a perder y a ganar en la escuela.
Sólo soy un maestro al que le viene grande la palabra "maestro".